Todos hemos escuchado alguna vez hablar de la ansiedad siendo lo primero q se nos viene a la mente un estado desagradable, “agobiante” e incluso “desesperante” y, así es… cuando la ansiedad se apodera de nosotros se convierte en una completa enemiga.
Pero la ansiedad es algo más que una “enemiga", es de hecho, una respuesta innata de nuestra especie que forma parte de nuestro repertorio de conductas y emociones para la supervivencia. Sí, has leído bien, supervivencia…Cada vez que nos encontramos en peligro nuestro circuito de ansiedad se dispara haciendo que reaccionemos de una forma más rápida y eficaz. Esto lo podemos comprobar todos los días y ante situaciones muy cotidianas. Por ejemplo, vas conduciendo escuchando música, relajad@ cuando repentinamente tu cerebro es consciente de que el cruce que estás a punto de atravesar lo invade un coche que se acaba de saltar un semáforo. En este momento la ansiedad se dispara haciendo que tu cerebro te mande señales para que reacciones con rapidez y, de este modo, puedas frenar a tiempo evitando una colisión.
Otro ejemplo cotidiano lo podemos ver observando la reacción de los padres mientras ven a sus niños jugar en el parque o alrededor de una piscina. Ante el peligro q supone caerse desde lo alto de un tobogán o a la piscina, los padres somos capaces, y todo gracias a la ansiedad, de correr rápida y eficazmente para evitar o disminuir el peligro.
Esta reacción, nuestro organismo también la lleva a cabo ante situaciones en las que no estamos familiarizados aunque no impliquen un peligro inminente como por ejemplo, hablar en público, hacer un examen o presentarse a una entrevista de selección.
Pero…la ansiedad, ¿cuándo se convierte en nuestra enemiga? Son dos tipos de situaciones en las que ésta reacción innata y positiva de nuestro organismo nos puede traicionar.
La primera es ante situaciones que son objetivamente inocuas, es decir, que no suponen ningún tipo de peligro real (o la probabilidad de peligro es escasa) como por ejemplo, subir a un ascensor, cruzar una avenida o viajar en avión.
La segunda situación es cuando la persona sí que necesita actuar con cierta eficacia porque tiene algo en juego pero, su ansiedad es desproporcionada. Un ejemplo de ello sería hacer el examen o ir a la entrevista de trabajo arriba.mencionados. En estos casos hacer de la ansiedad “tu aliada” es decir, tener un nivel moderado de ansiedad te ayudará a pensar y procesar mejor la información e incluso escribir más rápido. Por el contrario, si la ansiedad es excesiva, tus objetivos se verán boicoteados hasta el punto de decidir irte del examen o incluso cancelar esa entrevista tan esperada.
Por lo tanto, hablaríamos de “un problema de ansiedad” cuando se siente “mucha” ante situaciones en las que la mayoría de personas no se ponen ansiosas o, cuando ante aquellas tareas que requieren cierto nivel de activación para ejecutarlas, es decir una ansiedad moderada, ésta acaba siendo desproporcionada.
Patricia Cuartero Mulet
Pero la ansiedad es algo más que una “enemiga", es de hecho, una respuesta innata de nuestra especie que forma parte de nuestro repertorio de conductas y emociones para la supervivencia. Sí, has leído bien, supervivencia…Cada vez que nos encontramos en peligro nuestro circuito de ansiedad se dispara haciendo que reaccionemos de una forma más rápida y eficaz. Esto lo podemos comprobar todos los días y ante situaciones muy cotidianas. Por ejemplo, vas conduciendo escuchando música, relajad@ cuando repentinamente tu cerebro es consciente de que el cruce que estás a punto de atravesar lo invade un coche que se acaba de saltar un semáforo. En este momento la ansiedad se dispara haciendo que tu cerebro te mande señales para que reacciones con rapidez y, de este modo, puedas frenar a tiempo evitando una colisión.
Otro ejemplo cotidiano lo podemos ver observando la reacción de los padres mientras ven a sus niños jugar en el parque o alrededor de una piscina. Ante el peligro q supone caerse desde lo alto de un tobogán o a la piscina, los padres somos capaces, y todo gracias a la ansiedad, de correr rápida y eficazmente para evitar o disminuir el peligro.
Esta reacción, nuestro organismo también la lleva a cabo ante situaciones en las que no estamos familiarizados aunque no impliquen un peligro inminente como por ejemplo, hablar en público, hacer un examen o presentarse a una entrevista de selección.
Pero…la ansiedad, ¿cuándo se convierte en nuestra enemiga? Son dos tipos de situaciones en las que ésta reacción innata y positiva de nuestro organismo nos puede traicionar.
La primera es ante situaciones que son objetivamente inocuas, es decir, que no suponen ningún tipo de peligro real (o la probabilidad de peligro es escasa) como por ejemplo, subir a un ascensor, cruzar una avenida o viajar en avión.
La segunda situación es cuando la persona sí que necesita actuar con cierta eficacia porque tiene algo en juego pero, su ansiedad es desproporcionada. Un ejemplo de ello sería hacer el examen o ir a la entrevista de trabajo arriba.mencionados. En estos casos hacer de la ansiedad “tu aliada” es decir, tener un nivel moderado de ansiedad te ayudará a pensar y procesar mejor la información e incluso escribir más rápido. Por el contrario, si la ansiedad es excesiva, tus objetivos se verán boicoteados hasta el punto de decidir irte del examen o incluso cancelar esa entrevista tan esperada.
Por lo tanto, hablaríamos de “un problema de ansiedad” cuando se siente “mucha” ante situaciones en las que la mayoría de personas no se ponen ansiosas o, cuando ante aquellas tareas que requieren cierto nivel de activación para ejecutarlas, es decir una ansiedad moderada, ésta acaba siendo desproporcionada.
Patricia Cuartero Mulet
Psicólogo en Puerto de Sagunto